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Conflictos en el Aula: cómo se resuelven, quiénes intervienen y el papel del mediador

conflictos en el aula

Tabla de contenidos

Como posiblemente sabrás, los conflictos en el aula son situaciones inevitables cuando convivimos muchas horas en el colegio con personalidades, intereses y emociones diferentes. Por tanto, pueden ir desde pequeños malentendidos entre compañeros hasta casos graves de acoso escolar. Ahora bien, lo importante es cómo se abordan estos conflictos: una mala gestión puede empeorarlos, pero un enfoque adecuado convierte el conflicto en una oportunidad de aprendizaje y mejora de la convivencia.

En esta entrada del Blog vamos a ver juntos qué es la resolución de conflictos en el aula, qué agentes participan en el proceso (docentes, alumnos, familias, mediadores, etc.) y cómo la figura del mediador puede ayudar. Además, también analizaremos ejemplos de conflictos en el aula y soluciones prácticas, así como estrategias para prevenirlos en el día a día escolar.

¿Qué son los conflictos en el aula y por qué surgen?

Un conflicto en el aula se define como cualquier desacuerdo, enfrentamiento o problema de convivencia que ocurre en el entorno escolar. Este puede darse entre estudiantes, entre estudiante y profesor, o incluso entre el centro y la familia. Seguramente te preguntas por qué surgen. Bien, pues por múltiples causas: diferencias de personalidad, malentendidos, competencia por la atención o el liderazgo, choques de valores o reglas no claras. Por ejemplo, dos alumnos pueden pelearse por un asiento, o un estudiante puede frustrarse y responder mal a la profesora ante una corrección. También factores externos influyen: problemas familiares, estrés académico, influencias del grupo de amigos o culturales pueden detonar conflictos dentro del aula.

¿Los conflictos implican son siempre negativos?

Bueno, es importante entender que el conflicto en sí mismo no siempre es algo negativo. De hecho, expertos en pedagogía y psicología lo consideran una parte natural de la interacción humana e incluso una oportunidad para educar. Johnson y Johnson (especialistas en aprendizaje cooperativo) afirman que en las escuelas saludables los docentes no temen el conflicto; por el contrario, lo reconocen como algo “inevitable, saludable y valioso”.

En lugar de ignorarlos o reprimirlos, utilizan los conflictos para que los alumnos practiquen habilidades de razonamiento y resolución de problemas, aprendan sobre sí mismos y crezcan en madurez.  Por el contrario, intentar evitar o suprimir constantemente los conflictos suele empeorar la situación, ya que los problemas quedan sin resolver y pueden acumular resentimiento.

En resumen, un conflicto en el aula es cualquier situación en que hay choque de intereses o tensiones entre miembros de la comunidad educativa. Surgen por diversas razones (internas y externas), y son algo normal en la vida escolar. La clave estará en cómo reaccionamos ante ellos, con el objetivo de convertir esos choques en oportunidades para mejorar la convivencia y no en obstáculos para el aprendizaje.

¿Por qué es importante resolver los conflictos en el aula?

Si lo piensas, dejar un conflicto sin resolver en el entorno educativo tiene consecuencias negativas que pueden afectar a todos.  Por ejemplo, en el plano emocional, los alumnos involucrados pueden sentir ansiedad, enfado, tristeza o miedo, lo que impacta su bienestar y autoestima. En consecuencia, el clima del aula se resiente: un conflicto no atendido puede generar bandos, falta de confianza, distracciones continuas y hasta un ambiente hostil que dificulta la concentración.

Por consiguiente, el rendimiento académico sufre cuando hay tensiones en clase, pues los estudiantes preocupados o atemorizados no pueden enfocarse en aprender. De hecho, estudios recientes confirman que conflictos escolares mal gestionados aumentan la probabilidad de comportamientos violentos y acoso, deteriorando el clima de todo el centro​.

¿Cuál es la gravedad del problema?

Para entender la gravedad del problema, basta ver algunos datos. Según UNICEF, la mitad de los estudiantes de 13 a 15 años en el mundo (unos 150 millones) han experimentado violencia entre compañeros en la escuela. Este tipo de conflictos dañan el aprendizaje y el bienestar de los jóvenes tanto en países ricos como pobres.

Así que, podemos decir que situaciones extremas de acoso prolongado pueden derivar en depresión e incluso llevar al suicidio en casos extremos si no se interviene a tiempo.

En España, una encuesta reciente reveló que uno de cada cuatro alumnos (24,4%) percibió en el curso 2021/22 algún caso de acoso escolar en su clase. Son cifras preocupantes que evidencian la necesidad de abordar los conflictos desde sus primeras señales.

¿Cuáles son los efectos positivos de resolver los conflictos en el aula?

Por otro lado, resolver los conflictos en el aula de forma constructiva tiene efectos positivos enormes. Un ambiente donde se gestionan las diferencias permite a los estudiantes sentirse seguros, respetados y motivados.

Incluso, yendo más allá, el desempeño académico mejora. Investigaciones sobre programas de educación socioemocional (que enseñan a los alumnos a manejar conflictos, emociones y empatía) encontraron en promedio una mejora del rendimiento académico en 11 percentiles en las escuelas que implementaron estos programas.

Con todo, los alumnos que operan en entornos con buena convivencia y habilidades de resolución de conflictos obtenían resultados significativamente mejores que aquellos en entornos conflictivos. Además, los estudiantes desarrollan capacidades para la vida: aprenden a dialogar, negociar, controlar impulsos, llegar a acuerdos y colaborar en equipo.

¿Cómo se pueden resolver los conflictos en el aula?

Cuando surge un problema entre estudiantes (o entre alumno y profesor), ¿cómo llevar a cabo la resolución de conflictos en el aula? Existen una serie de estrategias y pasos que han demostrado ser eficaces para gestionar estas situaciones de manera positiva. En términos generales, el proceso implica calmar los ánimos, escuchar a las partes involucradas, dialogar y buscar soluciones mutuamente aceptables. Veamos algunas claves:

Mantener la calma y propiciar el diálogo

Lo primero es evitar reacciones impulsivas. El docente (u otro adulto presente) debe crear un espacio seguro donde cada implicado pueda explicar qué ha pasado, sin interrupciones y con escucha activa. Esto se debe a que es importante que todos se sientan escuchados y respetados, incluso si han cometido un error. Con esto, se reduce la tensión inicial y sienta las bases para una conversación productiva.

Identificar el problema real y las necesidades

Muchas veces el conflicto visible (por ejemplo, “Juan le gritó a Pedro”) tiene causas subyacentes (quizá Juan se sintió ignorado, o Pedro estaba haciendo bromas molestas). Entonces, a través de preguntas y conversación, hay que aclarar qué motivó el enfado de cada uno, cómo se sintieron y qué necesita cada parte para estar mejor. En consecuencia, aquí es crucial la empatía: ayudar a que cada alumno vea la perspectiva del otro (“¿cómo crees que se sintió tu compañero cuando…?”)

Búsqueda de soluciones en conjunto

Una vez entendido el origen del conflicto, se invita a los involucrados a pensar soluciones posibles. El profesor o mediador guía el proceso, pero idealmente son los propios alumnos quienes proponen acuerdos: por ejemplo, pedir disculpas, establecer nuevas normas (“no coger cosas sin permiso”), turnarse en una actividad, etc. De esta forma, la solución debe ser aceptada por todos y que sea un win-to-win. Así, todos quedarán conformes con la solución. Si no surge ninguna, el adulto puede sugerir opciones. En casos disciplinarios, la solución puede incluir reparar el daño causado o consecuencias acordadas.

Cumplir el acuerdo y hacer seguimiento

Llegar a un acuerdo es importante, pero también lo es asegurarse de que se cumple. El docente debe observar en los días siguientes que efectivamente el conflicto no se repita o que las relaciones mejoran. Si vuelve a haber roces, se retoma el diálogo. De hecho, un seguimiento cercano transmite a los alumnos que la resolución era seria y que importa mantener la buena convivencia.

¿Qué técnicas específicas se pueden usar para la resolución de conflictos en el aula?

Algunas técnicas específicas se utilizan dentro de este marco general. Por ejemplo, los círculos de diálogo o círculos restaurativos reúnen a la clase completa para hablar abierta y respetuosamente de un conflicto que afecta al grupo, buscando restablecer la armonía. La negociación guiada es útil cuando ambas partes ceden en algo para ganar en otro aspecto (compromiso mutuo). La mediación (que veremos en detalle más adelante) introduce a un tercero neutral que facilita el acuerdo. También hay programas de disciplina positiva donde el foco es solucionar el problema más que castigar al culpable, involucrando a los estudiantes en reflexionar sobre sus actos.

¿Existen protocolos para la resolución de conflictos en los centros?

Cada centro educativo suele contar con un protocolo y recursos propios. En España, por ejemplo, los colegios e institutos desarrollan un Plan de Convivencia, donde se recogen las normas y actuaciones para resolver conflictos pacíficamente. Estos planes pueden incluir desde reglas básicas de clase hasta la figura de un mediador escolar, pasando por talleres de habilidades sociales. Asimismo, muchos docentes reciben formación en resolución de conflictos, comunicación no violenta o gestión de aula. Las herramientas abundan: guías didácticas, juegos de rol sobre conflictos, dinámicas de empatía, materiales audiovisuales, etc., están al alcance de profesores y familias para trabajar estos temas. Lo importante es la actitud: afrontar el conflicto de forma proactiva y educativa, en vez de ignorarlo o enfocarse solo en castigar.

¿Qué recursos y estrategias son útiles para resolver conflictos en el aula?

Clima y valores

Crear un ambiente de respeto y confianza en el aula. Desde el inicio del curso, establecer entre todos normas claras (p.ej. “nos escuchamos sin interrumpir”) y valores como la tolerancia y la empatía. Un clima positivo previene muchos conflictos y facilita resolver los que surjan.

Mediación entre iguales

Si el centro lo permite, formar a alumnos mediadores que ayuden a sus compañeros a solucionar disputas menores. La mediación escolar es muy efectiva para conflictos entre estudiantes, pues les da voz y responsabilidad en la solución. (Profundizamos sobre el mediador más adelante.)

Comunicación efectiva

Enseñar y modelar habilidades comunicativas. Por ejemplo, usar mensajes “yo” (hablar desde cómo me siento en lugar de acusar: “me molesta cuando me empujas” vs “¡eres un bruto!”), o técnicas de escucha activa (resumir lo que dijo el otro para confirmar que entendimos bien). Estas herramientas desescalan las discusiones.

Negociación y acuerdos

Promover que los alumnos busquen acuerdos justos. Puede ser útil escribir en la pizarra las posibles soluciones propuestas y sus consecuencias, para que visualicen cuál beneficia a todos. El enfoque colaborativo (ganar/ganar) se puede enseñar explícitamente, evitando actitudes de “imponerse” o “ceder en todo” y apuntando a satisfacer a ambas partes.

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Intervención temprana

No esperar a que el problema crezca. Si el docente percibe tensiones o ve un primer incidente, es mejor abordarlo de inmediato en privado con los afectados. Una breve conversación honesta a tiempo puede evitar una pelea mayor. Como dice un dicho, “cortar el conflicto de raíz”.

Apoyo externo si es necesario

Reconocer cuándo un conflicto excede el ámbito de la clase. Por ejemplo, en casos de acoso escolar reiterado, falta de respeto grave o problemas emocionales profundos, el profesor deberá involucrar al orientador escolar (psicólogo/coach) y a los padres, siguiendo el protocolo del centro. Resolver conflictos no significa hacerlo todo uno solo; a veces requiere trabajo en equipo de toda la comunidad educativa

¿Quiénes intervienen en la resolución de conflictos en el aula?

En la resolución de conflictos escolares suelen participar varios agentes, ya que la convivencia es asunto de toda la comunidad educativa. Veamos el papel de cada uno:

El docente

Suele ser la primera figura de autoridad que interviene al detectarse un conflicto en clase. El profesor/profesora actúa como mediador inicial, poniendo calma y guiando a los alumnos enfrentados hacia una solución. Su rol es crucial: modela con su ejemplo cómo comunicarse respetuosamente en momentos de tensión y toma decisiones justas si hace falta.

Sin embargo, muchos docentes reconocen no haber recibido suficiente formación específica en manejo de conflictos. Esto puede generar inseguridad o la tendencia a simplemente regañar o castigar, en lugar de mediar. Aun así, la mayoría de maestros desarrollan con la experiencia su propio “manual” para resolver disputas y crear un clima de armonía.

Además de gestionar conflictos puntuales, el docente debe fomentar día a día un aula donde todos se sientan escuchados. Su implicación es permanente: observando dinámicas entre alumnos, detectando posibles problemas latentes (por ejemplo, un niño aislado) y aplicando estrategias preventivas. Cuando la situación lo amerita, el profesor también decide escalar el conflicto a instancias superiores (tutoría, orientación, jefatura de estudios) o convocar a las familias.

Los alumnos involucrados

Son parte activa de la solución. Tradicionalmente se veía al alumno en conflicto solo como “el que causa problemas” o “la víctima que sufre”, pero hoy entendemos que hay que darles voz y responsabilidad en resolverlo.

Si dos compañeros pelean, ambos deben reflexionar sobre su conducta, expresar sus sentimientos y comprometerse a cambios. Esto no significa culpabilizar a quien sufre acoso, por ejemplo, sino empoderarlo para que exprese lo que siente y pida la ayuda que necesite, mientras el agresor asume las consecuencias de sus actos. Los estudiantes pueden aprender técnicas de auto-mediación: por ejemplo, en Educación Primaria se enseña a veces la “silla de la paz”, donde dos niños discuten sentados con un protocolo de turnos para hablar y escucharse.

El alumnado en general (no solo los directamente enfrentados) también juega un rol importante: los compañeros como grupo marcan si un conflicto queda aislado o escala. Por ejemplo, si la clase entera aplaude y ríe cuando dos se pelean, estarán alimentando la confrontación; en cambio, si apoyan que dialoguen o avisan al adulto, ayudan a resolverlo. Enseñar a no ser espectadores pasivos del bullying sino actuar es parte de esta cultura.

El mediador escolar

Muchos centros cuentan con un servicio de mediación, donde un alumno especialmente formado o un profesor/orientador actúa como tercera parte neutral para mediar en conflictos (profundizaremos en la siguiente sección). La mediación es voluntaria y confidencial, y suele reservarse para conflictos entre estudiantes que no implican situaciones disciplinarias graves.

Por ejemplo, roces de amistad, insultos, rumores, etc., pueden resolverse con la ayuda de un mediador imparcial, evitando sanciones y logrando que los propios alumnos lleguen a un acuerdo. La figura del mediador aporta neutralidad y técnicas específicas de resolución pacífica.

El equipo de orientación (psicólogo escolar, trabajador social)

 En conflictos recurrentes o de trasfondo emocional serio, suele intervenir el orientador o psicopedagogo. Su papel es más terapéutico y formativo: trabaja con los alumnos implicados en profundidad, por ejemplo mediante sesiones de educación emocional, asesoramiento individual o dinámicas de grupo para mejorar la convivencia. 

También asesora a los docentes sobre cómo manejar ciertas conductas. Por ejemplo, si un alumno tiene explosiones de ira frecuentes, el orientador puede implementar un plan de intervención personalizado. En casos de acoso, el departamento de orientación suele liderar el protocolo antiacoso y hacer seguimiento de víctimas y agresores.

El equipo directivo

La dirección del centro (director, jefes de estudio) establece las políticas generales de convivencia. Son quienes aprueban el Plan de Convivencia y protocolos, y a quienes llegan los conflictos más graves o que no se pudieron resolver en niveles anteriores. Pueden aplicar sanciones disciplinarias según el reglamento interno (suspensiones, cambios de clase) cuando otras vías no funcionan.

No obstante, cada vez más equipos directivos impulsan enfoques restaurativos en vez de meramente punitivos, buscando que los alumnos reflexionen y reparen el daño causado. La dirección también es responsable de formar al profesorado en resolución de conflictos y de involucrar a otras instituciones si hace falta (servicios sociales, inspección educativa, etc., en casos extremos)

Las familias

Padres y madres entran en juego sobre todo cuando el conflicto trasciende la escuela o afecta profundamente a sus hijos. Una comunicación fluida familia-escuela es clave: lo ideal es que docentes y padres trabajen juntos para abordar el problema. Por ejemplo, si dos alumnos tuvieron una pelea seria, citar a ambos padres para mediar una reconciliación puede ser útil. 

En casos de bullying, la familia de la víctima debe sentirse escuchada y respaldada por el centro, y la familia del agresor, implicada en corregir la conducta de su hijo. Cuando un alumno tiene frecuentes conflictos, a menudo refleja alguna necesidad o problema personal; la cooperación de la familia (estableciendo límites en casa, reforzando valores de respeto) es fundamental para solucionarlo de raíz. 

Por desgracia, a veces los conflictos escalan por falta de entendimiento entre padres y profesores, por eso es importante mantener el diálogo abierto y centrado en el bienestar del estudiante.

Observadores y compañeros

Como mencionamos, el resto de alumnos no directamente implicados también son actores. En un aula donde ocurre un conflicto, los demás pueden tomar partido (lo que suele empeorarlo) o pueden ayudar siendo mediadores informales. Un dato interesante: ante situaciones de acoso escolar, el 30,9% de los alumnos españoles dice que lo comunicaría a un profesor, y un 14,8% se lo contaría a un compañero de confianza.

Como resultado, podemos decir que los chicos confían principalmente en sus docentes y amistades cercanas cuando hay un problema. Sin embargo, un preocupante 7,17% afirma “no haber sabido qué hacer”. Por eso, es importante educar a todos los alumnos en cómo actuar frente a los conflictos, ya sea propios o ajenos: pedir ayuda, no fomentar rumores, apoyar al compañero afectado, etc.

¿Cuál es el papel del mediador en los conflictos en el aula?

Una de las figuras más efectivas en la resolución pacífica de disputas escolares es la del mediador. El mediador escolar es un tercero neutral que interviene para ayudar a dos o más compañeros enfrentados a comunicarse mejor y encontrar una solución acordada.

A diferencia de un profesor imponiendo un castigo o un juez dictando sentencia, el mediador no toma partido ni decide por las partes; su trabajo es guiar el diálogo, crear un ambiente de respeto y equilibrio, y fomentar que sean los propios implicados quienes resuelvan su conflicto. Esto empodera a los alumnos y suele conducir a resultados más satisfactorios y duraderos.

¿Qué otros agentes pueden ser mediadores en el aula?

Depende de la situación y las políticas del centro. En muchos institutos existen programas de mediación entre iguales, donde alumnos voluntarios (generalmente de cursos superiores o muy respetados por sus pares) reciben formación en técnicas de mediación y luego asisten a sus compañeros más jóvenes o de la misma edad cuando tienen conflictos.

Estos alumnos mediadores actúan durante los recreos o a la salida de clase, en un lugar tranquilo (la “sala de mediación”), siguiendo un protocolo establecido. También puede ejercer de mediador un docente u orientador que no esté directamente involucrado en el problema. Por ejemplo, el tutor de un curso puede mediar una disputa grave entre dos alumnos de su tutoría.

La idea es que el mediador sea percibido como imparcial por ambas partes; por ello, si el conflicto es entre alumno y profesor, a veces un mediador externo (otro profesor, jefe de estudios) puede facilitar mejor. Incluso hay centros que invitan a mediadores profesionales o de servicios municipales en casos complejos, aunque no es lo habitual.

¿Cómo es el proceso de mediación escolar?

El proceso de mediación escolar que tiene que seguir el mediador es el siguiente:

Encuentro inicial

El mediador reúne a las partes enfrentadas en un espacio privado y calmado. Explica las reglas de la mediación: confidencialidad, respeto al turno de palabra, compromiso de intentar solucionar el problema. Se recalca que la participación es voluntaria y que el objetivo es llegar a un acuerdo, no averiguar “quién tiene la culpa” para castigar.

Escucha activa de cada parte

El mediador da la palabra a cada alumno por turno para que cuente con detalle qué ocurrió y cómo se siente. Nadie puede interrumpir al otro durante su relato. El mediador practica la escucha activa: asiente, toma notas, puede reformular (“Entonces tú estabas molesto porque…”) para asegurarse de entender bien. Este paso es importante porque muchas veces cada parte descubre el punto de vista del otro, cosa que no había ocurrido en el calor de la pelea.

Identificación del problema y puntos en común

El mediador resume lo que ha oído, resaltando las necesidades de cada uno (“Pedro quiere que no le insulten; Juan quiere que no le quiten sus cosas”). Ayuda a separar hechos de interpretaciones y a encontrar algún terreno común sobre el que construir (por ejemplo, ambos quieren llevarse bien, ambos lamentan que la amistad se estropee, etc.).

Búsqueda de soluciones

Ahora el mediador invita a proponer ideas para resolver el conflicto. Anima a que las soluciones vengan de los alumnos, haciéndoles preguntas del tipo: “¿Qué podríais hacer para que esto no vuelva a pasar?” o “¿Cómo podrían sentirse satisfechos los dos con el resultado?”. Si se atascan, sugiere opciones neutrales. Todas las propuestas se listan (puede usarse papel o pizarra).

Negociación y acuerdo

Se discuten las opciones buscando una que ambas partes consideren justa. Puede implicar concesiones mutuas. El mediador verifica que el acuerdo sea específico y realizable (p.ej., “Juan se compromete a pedir permiso antes de coger algo de Pedro, y Pedro se compromete a no reaccionar con insultos si algo le molesta, sino decírselo directamente. Si alguno incumple, harán una nueva mediación.”). Una vez logrado, se firma o se declara el acuerdo.

Cierre y seguimiento

El mediador resume lo acordado y felicita a los alumnos por su colaboración. A veces se hace una pequeña reflexión final de cómo han solucionado el problema y qué han aprendido. El caso se da por cerrado sin sanciones. Días después, el mediador puede hacer un seguimiento informal para asegurarse de que el acuerdo se cumple y el conflicto no resurge.

¿Cuál es el porcentaje de éxito?

Este proceso de mediación, bien llevado, tiene múltiples ventajas. En primer lugar, suele lograr que las partes queden satisfechas con el resultado al haber sido ellas quienes lo construyeron. De hecho, diversos estudios muestran que cuando un conflicto entre alumnos se gestiona mediante mediación de pares, se alcanza un acuerdo en alrededor del 90% de los casos con el que ambas partes quedan contentas.

El nivel de cumplimiento de los acuerdos también es alto, precisamente por ese sentido de justicia y autonomía que perciben los implicados. En segundo lugar, la mediación reduce la reincidencia: los alumnos aprenden en el proceso formas más positivas de relacionarse, lo que disminuye futuros enfrentamientos y mejora la confianza entre ellos y con el mediador.

En palabras de expertos, programas de mediación bien conducidos mejoran el clima escolar, reducen los conflictos entre estudiantes, disminuyen las suspensiones y reportes disciplinarios, y mejoran las relaciones tanto entre compañeros como entre alumnos y profesores. Es decir, no solo resuelven el caso puntual sino que enseñan habilidades sociales valiosas (comunicación, empatía, control de la ira, tolerancia).

¿La figura del mediador tiene un efecto pedagógico?

La figura del mediador también tiene un efecto pedagógico, sí. Esto se debe a que inspira al resto. Ver a compañeros haciendo de mediadores modelos (o a un profesor mediador manejando un conflicto con calma y justicia) lanza el mensaje de que los problemas se pueden solucionar hablando y que todos podemos ser parte de la solución de los conflictos.

Esto contrarresta la idea de “el más fuerte gana” o “si hay problemas, mejor huyes” que a veces es el patrón que se da automáticamente. En lugar de eso, se crea una cultura de diálogo y responsabilidad compartida.

¿Todos los conflictos se pueden resolver de esta forma?

Bien, es importante aclarar que, desafortunadamente, no todos los conflictos se pueden mediar. Por ejemplo, en casos de acoso grave con desequilibrio de poder marcado, una mediación entre víctima y agresor puede no ser adecuada inicialmente. Es decir, la víctima podría sentirse intimidada para hablar y en esas situaciones primero se toman medidas de protección (para la víctima) y disciplina (para el agresor).

La mediación funciona mejor en conflictos donde hay cierta simetría entre las partes y voluntad de arreglar las cosas. Aun así, tras intervenir en un caso de bullying, se puede utilizar la mediación o reuniones restaurativas más adelante, cuando el agresor ha reconocido el daño y quiere reintegrarse pacíficamente.

Ejemplo de resolución de conflictos en el aula

A continuación, vamos a ver ejemplos de conflictos en el aula y soluciones concretas para cada caso. Estos ejemplos ilustran situaciones típicas que pueden ocurrir en colegios o institutos, mostrando cómo se podrían resolver de manera educativa:

Conflicto

Caso de acoso escolar (bullying) a un compañero. Varios alumnos de 2º de ESO se burlan constantemente de Daniel, un chico tímido: le ponen motes ofensivos, le esconden el estuche y en redes sociales han creado memes sobre él. Daniel está cada vez más aislado y triste, y ha faltado algunos días fingiendo estar enfermo.

Solución

Una compañera observadora decide contarle la situación a la tutora de la clase, ya que Daniel no se atreve.

Intervención inmediata

La profesora tutela informa al equipo de orientación y dirección siguiendo el protocolo antiacoso. Entonces, separan a Daniel del grupo conflictivo de momento (por ejemplo, cambiándolo de sitio en clase) y hablan individualmente con él para ofrecerle apoyo y recopilar información (la orientadora genera un espacio de confianza donde Daniel confirma el acoso y expresa sus sentimientos). Luego hablan con los agresores por separado; al confrontarlos con los hechos, algunos minimizan («era broma») pero finalmente reconocen que han sobrepasado los límites.

Notificación a familias

Se convoca a los padres de los alumnos involucrados para informarles de la gravedad del asunto y sumar su colaboración.

Medidas disciplinarias y educativas

El centro aplica sanciones proporcionales a los agresores (por ejemplo, suspensión de unos días, prohibición de participar en ciertas actividades) para dejar claro que ese comportamiento es intolerable. Pero no se queda solo en castigar: la orientadora comienza un trabajo de reeducación con ellos, haciéndoles reflexionar sobre el daño causado mediante actividades de empatía y convivencia. Paralelamente, Daniel recibe orientación psicológica para recuperar su autoestima y estrategias de afrontamiento (p. ej., cómo pedir ayuda, cómo responder asertivamente)

Mediación restaurativa

Tras un tiempo, se realiza un encuentro restaurativo con un mediador (puede ser el propio orientador u otro profesional) donde, si Daniel se siente preparado, expresa a sus compañeros cómo le hicieron sentir y estos se disculpan sinceramente, comprometiéndose a cambiar su comportamiento.

Seguimiento estrecho

Durante los meses siguientes, la tutora y el orientador monitorean la situación: comprueban que cesen completamente las burlas, animan a Daniel a integrarse en grupos de trabajo con otros compañeros empáticos y fomentan en toda la clase valores de respeto y compañerismo (charlas, dinámicas). Gracias a esta actuación integral, el acoso se detiene. 

Daniel, gradualmente, recupera la confianza y los agresores, habiendo entendido las consecuencias de sus actos, dejan de hostigarlo y algunos incluso pasan a tratarlo con cordialidad. El aula en su conjunto aprende una lección importante sobre el respeto y la empatía.

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